continuación de Notas de un viaje (I)
El Graben
Cuando estás en el centro histórico de Viena, inevitablemente acabas devorado por la multitud en el Graben, una gran arteria peatonal, que nace justo al lado de la Stephansplatz (la plaza de la catedral de San Esteban). Una calle comercial, repleta de tiendas (la globalización ha hecho de las suyas, ya que bien pocas son autóctonas) en las que la gente cae hipnotizada ante sus escaparates. Me explican que en el siglo XVIII las "ninfas del Graben" también vendían allí sus encantos. Destacan las elegantes fachadas de los edificios históricos, manchadas en ocasiones por horribles letreros luminosos. Entre las islas de edificios, a veces se cuela alguna de las múltiples iglesias de Viena, como una casa más. Muchos de los paseantes no sabrán que la calle fue, siglos atrás, un foso. Los cocodrilos de hoy, claro, son los precios.
Crestas
Después de unas cervezas, sufriendo el triunfo del Sevilla sobre el Barça en la barra de un pub céntrico, nos atrevemos con la noche vienesa en busca de uno de los locales más conocidos del centro de Europa. Aquella noche la sesión se denominaba, para bien o para mal, (que nunca lo sabremos) "London Calling". Un trayecto largo, apartado del ring, nos convence que quizás la mejor opción sigan siendo las tabernas cerveceras del casco antiguo. En el camino nos cruzamos con jóvenes de estilo punk y gótico: hacía años que no veía crestas, pero London les llama. Palacios, cafés bohemios, crestas punk. Viena es historia, pura historia.
Autobuseros
Cenando en el Tricaffe, se acerca el camarero, un personaje singular que ya habíamos conocido unas jornadas antes, pequeño, de pelo corto, sonriente e irónico, viste unas gafas oscuras color lila, aunque es de noche. Después de una charla simpática sobre tarjetas de crédito, se vuelve a acercar a la mesa y en su divertido italiano me pregunta: "Perdona, eres de Barcelona, ¿verdad?"; "Sí"; "Es que ya hace un tiempo que me ronda la idea de ir a vivir allí, y te quería hacer una pregunta sobre salarios ¿no te importa?"; "No, desde luego que no". Yo ya pensaba que la pregunta iría sobre salario mínimo, etcétera, etcétera, pero no: "¿Cuánto cobra un conductor de autobús?" No hay nada como tener las ideas así de claras: un autobusero frustrado.
Compañeros de aventuras
Se unen nuevos compañeros de aventuras, que podemos, por ejemplo, llamar Núria, Mati, Germà y Antón: dos damiselas, un empirista y un mago que se unen a nuestro viaje hasta el infinito y más allá. Con ellos conoceremos los últimos exotismos de Viena, y daremos repaso a lo ya visto. Belvedere, Stephansdom, el Prater, el Danubio, la ciudad interior, el Ring, el Pabellón de la Sezession, el Café Schwarzenberg, los Habsburgo, el Hofburg, Albertina, el Volkstheater y tantas otras cosas que pronto se quedarán atrás.
Un tren de ensueño: Viena - Praga
X. y yo viajaremos a Praga en tren, y allí nos volveremos a encontrar con el resto, quienes llegarán en el coche alquilado en el que nos llevan ahora mismo. Nos dirigimos a la estación con el tiempo justísimo, aunque Germà, hombre de números y de relojes, lo ha calculado todo: "Llegaremos a tiempo siempre y cuando no equivoquemos el camino". Efectivamente llegamo JUSTO a tiempo, aunque una dificultad inesperada, la variable aleatoria del modelo econométrico estimado hace su aparición: la puerta trasera del coche no se abre, con lo que arrancamos a correr hacia los vagones sin maletas. Ya dentro del tren, preocupados por saber si hemos subido al vagón correcto, empezamos a buscar nuestros asientos entre coche y coche, hasta preguntar al revisor dónde hemos de sentarnos. Su respuesta nos deja algo atónitos: "Tranquilos, sentaros donde queráis". La preocupación no existe en este tren de ensueño: cuatro horas de viaje nocturno y estaremos en Praga.
10 comentarios:
ya vuelvo a respirar aire mediterráneo. se acabaron las vacaciones, amigos sónicos. un abrazo a todos.
sergi
Praga queda reservada para "Notas de un viaje (III), jejeje, no me sea impaciente.
abrazos
oye, que siento que se terminara y todo eso, vale, pero ¿qué pasó con las maletas?
Yo me encontré con un camarero de mirada nazi (en vez de autobusero). Casi nos comimos los helados con la mano, por no ensuciarle las cucharillas. Lo peor fue que a algún hijo mío se le cayó una gota de helado en el mantel... salimos por piernas antes de que se diera cuenta.
Hay que vigilar con esos camareros, jejeje.
Las maletas llegaron a la mañana siguiente, con el resto de compañeros de aventuras, en el coche alquilado que había que devolver en Praga.
Cabe la posibilidad de q acabes viajando eternamente???
Como Ulises pero con mejor rollo con los Dioses
No es que sea un deseo. Más bien una fantasía erótica
Se feliz
jo, que envidia me dais todos....
debo ser la única que no ha tenido vacaciones :S
Un besote, niño.
que vida más dura la del viajante....
qué envidia, madre de diox, que envidia.
Un abrazo!
gracias zifnab, sonaría bien eso de viajar eternamente, si no fuera porque me obligo a recordar que de tanto en tanto hay que anclar un tiempo. bueno, ahora miento un poco: no llevo ancla. serías muy bienvenido en alguno de estos viajes, ulises, telémaco...
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najwa, si no te dan vacaciones, dátelas tú, en tu ciudad, volteos, piérdete entre sus calles, abre los ojos, respira fuerte y escucha bien. si nos encontramos, saluda, porfi. un beso.
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santo, cansada, pero reconfortante, la vida del viajante: son bómbonas de oxígeno, las atmósferas de las ciudades. un abrazo, camarada.
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y bentrobada seas, mamen. los viajes en tren me encantan de verdad, siempre pasan cosas curiosas. ¿a ti no te pasa? a ver si te cuento, noia, y me cuentas tus días también, que tengo ganas. un besazo sónico.
sergi
qué bonito sergi; yo tb estoy de viaje, pero son tantos estímulos q no sería capaz de escribir con tranquilidad....
tal vez a vuelta
besos trasatlánticos,
es que es normal, siloam. yo muchos los he escrito al volver. abre bien los ojos, y disfruta, que ya habrá tiempo para contar.
besos cruzando el charco
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