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4 de abril de 2010

El bosón de Higgs (James Cameron y el arte del copy/paste)

Piensa en algo que se pueda titular James Cameron
y el arte del copy/paste
.
Ayer vi Fringe vs. Fringe, a través de una ventana,
y me di cuenta de que la gravedad es otra anomalía que Peter Higgs se dispuso a resolver.
El bosón, la creación de una partícula elemental hipotética.
La hipótesis,

(Del lat. hypothĕsis, y este del gr. ὑπόθεσις).

1. f. Suposición de algo posible o imposible para sacar de ello una consecuencia.


Desayuno tardío de palabras vertiginosas e inalcanzables: Cortázar, Borges, Kafka, Tarkovski, Lem, Tölkien, Rice Burroughs, Alex Raymond y Dan Barry.
La creación de lo hipotético es el súmmum de la imaginación,
la cumbre de la literatura, el autor perfecto
personificado en el último poema de Peter Higgs,
titulado
Flash Gordon ocurre antes que Avatar.


26 de abril de 2007

Nuevo viaje a la zona negativa

Turbopropulsores electromagnéticos encendidos en cadena, compruebo la pantalla verde del ordenador y los cálculos son correctos: los ángulos bidimensionales para el salto hiperespacial de tres líneas a una me han de llevar a través de un mar de estrellas, nadando en diferentes masas imaginarias. Sí, un viaje arriesgado, pero siempre lo es; exactamente lo que le dije a Reed antes de embutirme en el traje especial con el que mis fantásticos amigos y yo mismo, ya hemos visitado antes la Zona Negativa. Miro a Reed desde la escotilla del vehículo, un cohete P-206 aún en fase de pruebas, pero el único que puede hacer que no llegue tarde al objetivo, que no fracase la misión. Él continúa revisando la computerización de datos. Sólo una mente elástica como la suya podía imaginar un vehículo inteligente que se moviera a través de las rutas espacio-temporales mediante "espasmos de futuros", pequeños saltos en el tiempo, para que en cada uno de ellos la propia máquina pudiera recalibrar su sentido de la orientación. Todo quedaba confiado a ella, puesto que el terremoto emocional que mi mente iba a sufrir con el viaje podía dar al traste con mi vida, y con la esperanza de la humanidad. Reed intentó convencerme de otras posibles soluciones, pero en el fondo me comprende: él es igual que yo. Un error fatal que hemos de solucionar, el futuro de la humanidad en juego... La vida es riesgo, con lo que es variable fija en la ecuación. Asiento, y Reed me sonríe, desea suerte, y baja la palanca...

Luces ostroboscópicas, mil doscientos treinta-y-cuatro colores circundantes golpean al P-206, siento el calor de los rayos cromáticos atravesar el aislante del traje. Como preveía Reed, casi no puedo ni respirar. Un dolor recorre la ingle hasta el vientre, casi insoportable, siento náuseas. Noto los impulsos que me llevan de futuro a futuro, entre zumbidos y bips de la computadora que recalcula los espacios imaginarios encontrados que me han de llevar hasta la conjunción de la constelación de dos ríos y cuatro estrellas, en plena estación A-Y-U-N-T- dónde sólo dispondré, según Reed, de 284 segundos para cumplir la misión.

¡Klang, klang, klang! ¡Señal de llegada! Rezo porque sea el sitio correcto y el momento exacto: no tengo ni tiempo para comprobar si hemos saltado al año y lugar marcados por Reed, pero... ¡En marcha! La
experiencia del viaje ha sido dolorosa, me ha parecido extrañamente corta, aunque es una percepción confusa, porque desconozco cuántas vueltas de 360º hemos dado a la brújula temporal. Atravieso mareado un pasillo, sus paredes forman parte como de una dimensión invertida, un negativo de imágenes de nuestra realidad conocida: la Zona Negativa es, nuevamente, una caja de sorpresas. Hasta tres compuertas se abren a mi paso, sigo corriendo y... ¡Allí, a menos de cincuenta metros la veo, encima de un extraño cubo negro, envuelta al vacío en un plástico, la probeta de la que depende el futuro de la humanidad! Acelero mi carrera, mi corazón está a punto de explotar, miro el reloj del traje, la cuenta atrás marca 14 segundos, el dolor inguinal aumenta, una punzada me atraviesa el vientre, pero no puedo fallar, he de aguantar, estoy demasiado cerca...

Y sí, lo alcancé. A tiempo. Era el día de la revisión médica en el trabajo, y el día antes olvidé el pequeño frasco en el que todos teníamos que recoger nuestra primera muestra de orina de la mañana. ¿Qué hacer? Mmmmm, me levanté por la mañana, me duché -el peor momento de todos, en serio- y me vestí todo lo rápido que supe. Salí de casa y con mi flamante Peugeot 206, siempre bajo el control y supervisión del amigo Reed desde el inigualable Edificio Baxter, iniciamos una aventura... Con dolores en el bajo vientre. Una aventura más para este imaginauta, que logró llegar a tiempo y mear dentro del frasco en el lavabo del trabajo.
Y mientras, sonreía. Porque la vida es una aventura.

30 de diciembre de 2006

En una dimensión desconocida



Se levanta tarde. El insomnio martillea a golpes su cabeza, a intervalos regulares. Ninguno más fuerte que otro. Una radio está encendida en alguna de las habitaciones de la casa, y se escucha gente hablar de forma atropellada. Él camina poco a poco a través del pasillo hasta llegar al lavabo. Abre el grifo y con ambas manos formando un cuenco recoge agua. Está fría. Fuerza sus tensas cervicales con muecas de dolor, y se inclina para lavarse la cara. Siguen escuchándose voces por la radio. Se viste, y sale a la calle, caminando a la velocidad que su dolor de espalda le permite: faltan horas de sueño y ejercicio, piensa. La gente compra en la calle el pan, la comida, ropa... Les mira, mientras recuerda lo que explicaba la voz de la radio. Mira a un lado, escucha un crujido en su nuca, y ve un quiosco. Desvía su trayecto, y sin casi detenerse, echa un vistazo a las portadas de los diarios. Y se da cuenta que hoy se ha despertado dentro de una dimensión desconocida.

"... avances con Eta en el 2007"
"... Sadam, camino de la horca"

La voz de la radio sigue hablando dentro de su cabeza, y no dice lo mismo.

Es cuando él se pregunta, ¿en qué jodida dimensión estamos?

23 de mayo de 2006

La Zona Negativa

Aventureros incansables, imaginautas, como desde hace poco también se les conoce, los continuos viajes de Los 4 Fantásticos rumbo a lo desconocido bombardean mi cabeza. Siempre espero impaciente noticias sobre sus aventuras en la Zona Negativa, la dimensión desconocida que Reed Richards descubrió ya hace unos años. En ella han encontrado razas escondidas, lejanos y extraños planetas, o incluso ciudades pensantes y autosuficientes que no quieren habitantes. Un sinfín de misterios y peligros que los cuatro, ataviados con un uniforme conocido ya en todo el universo, no dudan en atravesar si el futuro de la humanidad depende de ello, aunque trampas fatídicas les esperen, como el caleidoscópico y surrealista sector deformante, un área de distorsión ubicada en la entrada de la Zona Negativa, o el núcleo central, mortal para todo aquel que se acerque, al quedar atrapado en su corriente gravitatoria del espacio de antimateria, y explosionar contra Tyanna, un planeta en el sub-espacio de carga negativa. Pero ellos, incombustibles, siempre salen ilesos. Siempre. Y siempre vuelven.

Hoy, después de una tarde algo extraña, de un par de decisiones no muy acertadas, bueno, ya sabéis, una tarde de aquellas de las que acabas con prisas por llegar a casa, buscando un buen sofá en el que escuchar un buen disco (de Daniel Johnston, por ejemplo), o leyendo un buen libro, o hablando con una buena amiga... En fin, una tarde en la que sólo quería encontrar la normalidad de diario, esa que tantas veces criticamos. Pero ay, la búsqueda de la tranquilidad no siempre es tarea fácil, a veces incluso se convierte en buen argumento para un cómic...

Ocho de la tarde, ronda del Litoral, Barcelona, salida Diagonal Mar. Ya llego a casa, ventanillas bajadas, el próximo disco sónico en las ondas y... ¡Vaya! En un tramo donde normalmente no hay circulación, hoy encuentro cuatro carriles de coches parados, con los intermitentes de alarma encendidos. ¡Problemas! Sorpr
endido, recordé el valor de los héroes de Marvel, el ingenio y decisión de Richards, y en milésimas de segundo analicé la situación, evaluando las variables exógenas y endógenas, creando un modelo econométrico que me permitiera encontrar una rápida solución: ya estaba cerca de casa, quería llegar lo antes posible, y estaba claro que el camino estaba cortado... Miré a mi derecha, vi aquel acceso oscuro por el cual yo sabía que en un salto de dimensión espacio-temporal podría atravesar los márgenes de nuestra realidad hacia una calle más descongestionada. Aquel acceso era el portal de entrada de mi particular Zona Negativa, y no lo pensé dos veces: el futuro de la humanidad no podía depender de una duda injustificada. Tan sólo tenía que adentrarme en los tortuosos túneles del párquing del centro comercial de Diagonal Mar, y buscar la otra salida, la que me llevaría a una calle libre que me abriera paso hasta el objetivo: el edificio Baxter donde vivo...

Adentrarme en el párquing de Diagonal Mar...

Atravesé el portal, y la zona de distorsión, y me escabullí de Blastaar, Annihilus y Stygorr, recorrí las calles de la ciudad pensante de Ootah, escapé de la atracción magnética que rodea el planeta de Tyanna, en el vértice de la zona, y... Bueno, que pasó lo que tenía que pasar: que me volví a perder en el párquing de Diagonal Mar, esta vez con el coche, intentando encontrar la salida opuesta del centro comercial, mientras mi cabeza ya daba vueltas como una peonza, para acabar saliendo sin querer por el mismo sitio que entré, acordándome de todos los santos y amén, del tío que diseñó el dichoso párquing, o mejor dicho, la dichosa Zona Negativa.

"¿Y qué te pensabas? ¿Que no nos perdemos nosotros también?" Me comentaba Reed por la noche. "Explora y disfruta".

Pues es verdad, como los 4 Fantásticos en la Zona Negativa. ¿Y lo mejor de todo? Que ellos siempre acaban volviendo allí.
Igual que yo, otro imaginauta.