13 de mayo de 2015

"La ciudad de las desapariciones", de Iain Sinclair


Fragmentos de "La ciudad de las desapariciones" (Alpha Decay) de Iain Sinclair, mago de la psicogeografía, de la topografía profunda, del ocultismo urbano, del poder de la ruina oculta entre los amasijos de nuevo cemento que son las urbes. Blake, Ballard, Burroughs, Moore bien cerca...

"Yo veía mi tarea como una historia detectivesca. Sabía dónde yacía el cadáver de nuestro pobre distrito y quién lo había matado, pero no sabía por qué. La historia previa del muerto estaba en blanco. Habría que investigar versiones en conflicto de los mismos episodios. Pensé en una película de Orson Welles que había visto hacía años: Mister Arkadin (alias Informe confidencial). Un magnate con una barba ridícula y nariz de masilla contrata a un escritorzuelo acabado para que investigue su pasado. A los testigos, después de que cuenten su parte de la historia, los van liquidando. Mis entrevistas, por mucha cortesía que les pusiera, seguirían siendo interrogatorios".

"La parabólica activada emite dosis de luz líquida del Sun; sustitutos de la dopamina que inducen un estado de trance paranoico, en el cual la única reacción posible a la inercia programada es un aullido lobuno de locura: imágenes ígneas de violación, ataques de epilepsia apocalípticos. La televisión por satélite es un ataque al corazón a larga distancia, una serie de cánceres graduales: el trauma narcoléptico en el que los sueños del perro y los sueños del hombre (cerveza, deporte, esteroides, sangre y serrín) se juntan y se entremezclan". 

"Las hileras de árboles se muestran superiores a nosotros, su envergadura es asombrosa: manchas verdes sobre el gris, sobre un naranja carnoso. Cicatrices, bultos carcinógenos. Las gruesas sogas de sus raíces sorben la tierra. Las avenidas han sido trazadas, tal como descubrimos por los mapas antiguos, siguiendo patrones estrictos, una geometría arcana. Corredores de ramas neo-románticas ganchudas".

"Nuestros paseos repetidos, nuestros circuitos e intentos de orientarnos —de llegar al corazón del laberinto— resultaron frustrantes. No había centro. La geometría había sido saboteada y los alineamientos retorcidos para satisfacer una serie de imperativos falsos: el lago del dinero".




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