9 de mayo de 2010

NO ES PSEUDOCIENCIA, ES SONIC YOUTH (SONIC YOUTH LIVE BARCELONA Y MADRID: 18, 19 Y 20 DE ABRIL DE 2010)



Sonic Youth

Barcelona, Razzmatazz 1 (18 de abril de 2010)

Madrid, La Riviera (19 y 20 de abril de 2010)

El perfecto colofón a la exposición Sonic Youth etc.: Sensational Fix, revisión artística y estética en torno a la fuerza aglutinadora y sinérgica que el grupo neoyorquino, actor y espectador, pero al fin y al cabo, eje nuclear del underground, más que una mera retrospectiva musical, ha permitido que Sonic Youth visitara el salón de nuestros hogares. Metáforas a un lado, las fechas programadas tanto en Barcelona en Razzmatazz (en su última visita, allá por 1996, todavía histórica Sala Zeleste) como en Madrid, por duplicado, en La Riviera, se vislumbraban como ocasión única y excepcional para olvidar las inclemencias festivaleras y volver a sentirse algo más europeos y selectos, arties y comodones lo cual, si se me permite, también tiene su qué.

La serie de conciertos Don’t Look Back en los que Sonic Youth recuperaba el poderoso cancionero de Daydream Nation (Blast First, 1988), estrenados precisamente en el Primavera Sound 2007, acabaron resultando perfectos alucinógenos excitantes, inesperadas sesiones deconstructivas que harían de The Eternal (Matador, 2009) y su correspondiente gira de presentación (también de paso por el festival barcelonés en 2009) la perfecta y rockera bomba de relojería que rejuvenecería un discurso incorrupto e incorruptible, fiel a 3 décadas de rock de laboratorio, repleto de devaneos abstractos, en ocasiones demasiado minoritarios, facilitándose la malinterpretación (con demasiada facilidad acusados de esnobistas, pocos, en cambio, han discutido el poco recorrido de un LP como Rather Ripped (Geffen, 2006), interesante ponencia pop, pero con poca memoria retinal). The Eternal, por si cabía duda, pone a la banda a la cabeza de este sano revival indie y rock, revival que dice más sobre inciertos presentes que sobre añoranzas lacrimógenas. Y la puesta en escena, como siempre, supone poner toda la carne en el asador: un discurso que no reproduce sino que reconstruye, noche tras noche, el LP casi al completo.

Los dos primeros conciertos ofrecidos en Barcelona y Madrid, se veían afectados por la necesaria ausencia al bajo de Mark Ibold (finalizando la gira de reunión de Pavement), por lo que los neoyorquinos aparecieron en su formación clásica, atacando sin descanso ni reparos una larga serie de oldies, que en realidad no lo son: la pervivencia motora que suponen extraños clásicos de los ochenta (extrañamente también hits reconocibles) como Schizophrenia, Tom Violence, Silver Rocket, Candle, 100%, Bull in the heather o Death Valley ’69 (verdadero himno trágico aún presente), conviven a la perfección con los nuevos vericuetos sónicos: ¿porque no es el de Sacred Trickster el mismo vómito sistémico expulsado en el peaje de Expressway to your Skull? ¿O acaso el bello outro que pone fin a la espectacularmente frontal Anti-Orgasm (ya con Ibold al bajo, en la segunda fecha madrileña) no es fiel a la elipisis instrumental que protagonizan en las afueras temas como The Sprawl y Cross the Breeze? La única fórmula repetida es la de que no hay fórmula, teorema adimensional defendido por Sonic Youth. No se repite nada más que el proceso creativo absolutamente libre de 4+1 mentes calenturientas, sin miedo aparente al dónde de llegada. En esa despreocupación confiada nace el asombro.

Atrevidos, con una Kim Gordon espectacular, de amplio recorrido (la performance exhibicionista y desafiante ofrecida en Barcelona con Shaking Hell, material poltergeist del lejano pero vigente Confusion is sex (Neutral, 1983), ha de ser recordada tanto como la acústica y compleja Massage the History, sorprendente reivindicación in crescendo), Steve Shelley atacando sus timbales como si la vida le fuera en ello (The Sprawl, What we know, The Wonder, No Way), y Thurston Moore y Lee Ranaldo armados de juguetes y argumentos, robados de dimensiones alternativas (Antenna, Catholic Block, Calming the Snake) con los que luchar por utópicos futuros sin silencios (Skip Tracer, Hey Joni, Hyperstation). Acompañamos durante tres noches a Sonic Youth en su épica y particular road movie, salpicada de violencia, desasosiego y preguntas incómodas (White Kross, Malibu Gas Station, Brother James, Expressway to your Skull, Shadow of a Doubt), pero en continua búsqueda exploratoria y expiatoria que nos lleva a la virulenta escena final: un radiocassette manipulado por Thurston Moore, solo en el escenario, desgañitándose en el suelo con el micrófono; una autolesión sonora llevada al límite, necesaria para abrir un portal dimensional y hallar respuestas en las referencias intertextuales del dial. Sólo quedaba reclamar su guitarra y que el ruido guiara al resto de nuevo al escenario. Atacar con Death Valley ’69. Como en una buena serie de televisión. No es pseudociencia, es Sonic Youth.

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