18 de abril de 2011

F.C. Barcelona - R. Madrid (acto I). La broma infinita


1. Ortofoto. El dibujo de los jugadores sobre el terreno de juego marca el baile entre muñecas de porcelana y esclavos bañados en oro, mezclados y confundidos entre sí. Claqué y mareo, jugadores azulgrana que giran como peonzas sobre un pentagrama verde quebrado por severas líneas blancas. Todo es una imagen muy difusa, una huella dactilar borrosa, una mancha detenida en el espacio y el tiempo.

2. El otro Harry Houdini. Jose Mourinho se vistió de gran prestidigitador que vende fútbol y humo por igual. Erigido en ilusionista y escapista capaz de hipnotizar a toda una afición, marineros homéricos que olvidarán su viaje, embriagados de falso placer y deseo.

3. La broma infinita. Hay once jugadores blancos esperando. Mirando. Imagino a los dos centrales azulgrana, Piqué y Puyol, intercambiándose el balón entre ellos. Una vez. Otra vez. Y otra. Y así sucesivamente, en un continuum de puntos y píxeles en la pantalla, convertidos en hipotésis imposible, en partículas en suspensión, en algo tan sencillo y banal como una pulsación, un latido, un [PAUSE] infinitesimal en el juego. Como una paradoja de Zenón, escrita para ser resquebrajada:

“Cuando un actor movía un músculo, cuando los ojos pestañeaban, era una revelación. Cada acción se fragmentaba en componentes tan distintos del conjunto que el observador resultaba aislado de toda expectativa” (Don DeLillo; Punto Omega, Seix Barral 2010, p. 16).

Observar una broma infinita en la que no exista el movimiento.

Y buscarlo.

"El fútbol, para mí, siempre ha sido un ballet resoplón y crujiente de homoerotismo reprimido, señorita Steeply. El ancho exagerado de los hombros, la erradicación enmascarada de la personalidad facial, el énfasis en el contacto físico. Las ganancias en términos de penetración y resistencia. Los pantalones ajustados que acentúan los glúteos y los tendones y lo que para todo el mundo tiene aspecto de gran bulto. El lento y gradual cambio de los campos de juego a césped artificial o hierba artificial" (David Foster Wallace; La broma infinita, Mondadori 2008, p. 1170).

No más.


2 comentarios:

Clifor dijo...

Me encantan estos experimentos literarios con el fútbol como telón de fondo. Es la línea a explo(t)rar.

sergisonic dijo...

La retórica del fútbol, metáfora sociológica. Hay novelas sobre Prípiat, pero pocas sobre el soccer. Habrá que resolverlo.