23 de julio de 2013

El misterio en verano (un fragmento de Imre Kertész)




"Era un crepúsculo de finales de verano, recuerdo, la calle se bañaba en aromas demasiado maduros, las casas de ventanas pequeñas y parpadeantes se tambaleaban, sucias y borrachas, a la vera de las aceras, el sol poniente inundaba los muros como un vino amarillo, pegajoso, joven y todavía en plena fermentación, los portales parecían heridas oscuras y costrosas, y yo, mareado, me aferré a un picaporte o quién sabe a qué cuando de repente se abalanzó sobre mí el misterio, oh no, no el de la transitoriedad, sino al contrario, el misterio de la supervivencia, sí, un asesino tal vez sienta así, pensé, conté luego a mi mujer, y por qué pensé precisamente eso, dije, pues, aunque parezca ilógico por comprensible, lo pensé por los muertos, pienso yo, expliqué a mi mujer, por mis muertos, por mi infancia muerta y por mi inconcebible supervivencia, inconcebible teniendo en cuenta a mis muertos y mi infancia muerta, sí, tal vez se sienta así un asesino que, por decirlo de alguna manera, pensé, conté luego a mi mujer, olvidó hace tiempo su acto, cosa perfectamente imaginable y frecuente, y por olvido o por repetir mecánicamente una vieja costumbre, vuelve a abrir de pronto la puerta que da al lugar del crimen y lo encuentra allí todo intacto, el cadáver convertido, por supuesto, en esqueleto, el decorado barato del mobiliario y a sí mismo, claro, y aunque obviamente nada sea idéntico a nada ni nadie idéntico a nadie, también es evidente que, tras el fugaz interludio de una generación, todo vuelve a ser igual e incluso cada vez más igual".

Imre Kertész

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