15 de febrero de 2014

Antibiótico, una poética por acumulación (Agustín Fernández Mallo #1)

Aprovechando la publicación de la nueva novela de Agustín Fernández Mallo, Limbo (Alfaguara, 2004) y la reciente recopilación en un tomo del Proyecto Nocilla (Alfaguara) que reúne Nocilla Dream (Candaya), Nocilla Experience y Nocilla Lab (ambas ya en Alfaguara), me apetece abrir una ventana personal a una de las obras que más me ha interesado y me sigue interesando en el panorama literario, iniciada en 2001 con Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (reeditada por Alfaguara), una obra en curso, en línea, y cuyo intervalo postpoético encuentra un extremo inflexivo, culminante y desatado en Antibiótico (Visor, 2012). Empiezo mi lectura en éste, y seguiré con Yo siempre regreso a los pezones... Saltos cuánticos para leer a Agustín Fernández Mallo.



Antibiótico, o la poética por acumulación
En abril de 2012, en Santa Cruz de Tenerife, el antiguo tanque de petróleo de una refinería era declarado Bien de Interés Cultural. Tradicionalmente lo residual, la belleza esencial del objeto como residuo, parecía no existir más allá de su uso primigenio, una vez éste expiraba. La caducidad y la obsolescencia no debiera ser síntoma de un final sino de un nuevo principio, de la mutación de la materia. Antibiótico (Visor, 2012), el último poemario de Agustín Fernández Mallo publicado por Visor, se ancla como una estación petrolífera que agujerea e indaga en el subsuelo, para profundizar en esa idea. El reciclaje como remezcla de conceptos que integran al sujeto (es decir, a todo). Y efectivamente en la lectura que el autor hace del fin, del ocaso, de la muerte como llegada y como nuevo inicio, se obtiene petróleo. Antibiótico, una mezcla de compuestos inorgánicamente orgánicos, que reúne y lleva al extremo los elementos que han caracterizado la obra de Fernández Mallo, es a la vez libro, sujeto y objeto, una performance en forma de ensayo/poema-río único, un torrente de 100 páginas en el que la lírica se mueve en el ámbito de lo privado, lo público y lo popular, convirtiendo en materia, memoria y suceso poético el entorno y contexto, enfrentado en el aislamiento extraño que resulta de la estancia durante 15 días en un pueblo nevado e incomunicado, sin acceso a internet, y con un sólo habitante. El tono meditativo se vehicula a través de lo azaroso, del encontronazo: el yo poético rodeado de objetos deviene en objeto, y éstos, a su vez, conforman cuerpo, topografía, remezcla de aquél:

mapa:

genoma y cassette de territorio,
el cuerpo:
fundir pistas, alterar pistas,


No es casual que la cita que abre el libro sea de Autorretrato en espejo convexo, de John Ashbery: la acumulación críptica y conceptual del residuo poético que nos rodea (material e inmaterial) cobra vida lírica, desacomplejada y exagerada, exaltada, para que la belleza de lo cotidiano y de lo aparentemente no bello ("damos vueltas a la Tierra en espiral para pensar / que todavía es plana, que el Equipo A y Jorge Luís Borges / no son la misma cosa, que el verano es / el aparato cazamosquitos en su enchufe") devuelva una imagen de la imagen, un reflejo "ante un espejo / que no responde". Las metáforas de AFM son interferencias que grafían el residuo: ¿de qué está edificada la vida, el amor, el cosmos? ¿Qué es el poema, en definitiva? 




"El residuo es el poema" es un verso clave de un poemario que es experimento y exceso, acumulación y testamento sumarial: una enumeración de sucesos (concepto extraño y conveniente, por indeterminado) que da forma estética a una poética de la acumulación como sumatorio de ideas y fragmentos capaz de escarbar en el alma del objeto para encontrar el elemento poético. Su alma, aunque dé miedo la palabra. Es Antibiótico un síndrome de Diógenes estético que explota ideas tronadas y arrebatadoras, sugerencias líricas realmente hipnóticas, como la comparación arquitectónica que, por ejemplo, establece entre los códigos de barras y las columnas del Partenón, lowtech y hightech como distinción cultural ya innecesaria; o la basura, por ejemplo, que aparece continuamente como un todo concéntrico y estratificado a la vez, en el que hallar múltiples capas, como en este refrescante poema visual:




Esos objetos, las referencias cinéfilas, la ciencia, internet, la música, el arte, la moda o las revistas del corazón (con la imagen "rosa" y despechada de Carolina de Mónaco en la boda de Felipe y Letizia como metáfora de un final que también es un principio), toda esta multirreferencialidad deviene en experienciable y por ende, conforma el yo, el cuerpo. Antibiótico muestra que somos información y excedente de información, ese ruido residual que damos en llamar entorno orgánico, tan orgánico como la red global: "El final de internet" es una muerte más, otra soledad evolutiva, el nuevo inicio, ese 2001 de Kubrick que siempre está por llegar, al otro extremo del límite estético:




El amor, la muerte, la soledad... Las imágenes ballardianas se suceden, benditamente atropelladas y ordenadas en un caos azaroso ("objetos lucen su abandono en el fondo de las piscinas"; "desdentado horizonte de edificios, / ecualizan un cielo de acero, rugen / cañerías colesterolizadas, / es el cuerpo, / sin más, / escuchándose río abajo"; o bien "todas las estaciones de servicio están en los lugares donde más sopla el viento"), un mapeado críptico y apocalíptico que deviene idea y radiografía del futuro próximo que es hoy (es conveniente señalar que algunos de estos textos fueron utilizados en el primer disco del interesante proyecto musical Frida Laponia, en descarga gratuita). Petrarca y Google Earth son dos extremos al fin tangenciales (pág. 65) en la lectura de este discontinuum lógico que es Antibiótico, una explosión compleja, un grito, un acta de defunción.

pasa una ambulancia,
escribo Delete,

Y así, Antibiótico es movimiento.


Blog de Agustín Fernández Mallo: http://blogs.alfaguara.com/fernandezmallo/
Descarga el disco de Frida Laponia en www.fridalaponia.com


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