Al virus más democrático de este siglo 21 le siguió otro virus. La amoxicilina me hizo viajar en el tiempo llegando a aquel en el que la juventud era un médico buscando placas de pus en la garganta. En el consultorio, la visita médica era una rave y un palito de madera un castigo de Dios.
Son estos días de trabajo frenético, de estudio y exámenes, de intentos (porque cada día es un ensayo) de creación sincopada e hilvanada de un discurso que presentar a un tribunal: de eso tratan unas oposiciones alegóricas en las que el rival es más que nunca el reflejo en un espejo.
En estos paréntesis de silencios y soledades que cada vez ocupan más páginas del almanaque (otro tipo de juventud), a veces desayuno con amigos.
Leo "Teoría", el nuevo libro de Vicente Luis Mora, que publica la nueva y bienvenida Editorial Mixtura: la obra y el pensamiento de VLM nace siempre, creo, de la aparición de fogonazos, de la emisión de impactos hacia la atmósfera que apuntan a la heliopausa. En el principio fue la idea, después llega el microlito, el aforismo, el poema, el relato, el ensayo, la novela, la charla o el silencio.
En esta "Teoría" se dan de forma maravillosa las circunstancias que elevan el ensayo que es toda creación a categoría de obra, de arte: la inmediatez de sus textos (su escritura tuvo lugar esencialmente en un solo día) y su espontaneidad no desparejan ni con la pausa reflexiva que transpiran ni con el desvelo progresivo de un argumento sorprendente, de la aparición de una tesis.
"Teoría" sigue culminando en palabras las ideas que se agolpan en el misterio de Mora. El autor respira aire, inhala oxígeno y exhala dióxido de carbono expulsado ajunto a palabras y pensamientos (oxígeno mutado en ideas).
En VLM la palabra siempre es una molécula, y en "Teoría" el conjunto conforma un discurso sincopado cuya fragmentariedad, necesaria por la brevedad, muestra una apabullante composición lógica.
La aparición sucesiva de brillos y destellos en el libro, se me ocurre ahora, me hace pensar que la coincidencia en la imagen junto a "La broma infinita" de DFW no es tan casual como parecía. Ambas obras avanzan y crecen de igual forma, compartiendo la misma obsesión por la acumulación secuencial de argumentos, "Teoría" de VLM regida por la brevedad y "La broma infinita" de DFW regida por la inmensidad de su extensión. En ambas el lector gozará de una sucesión de impactos, de un argumento que se desvela en serie que no es, o no es sólo, un caos desordenado, sino que es un manual, una teoría del caos en el que la estructura es lineal donde no lo parece, un caos con un orden interno cuya lectura provee de oxígeno y dióxido de carbono a la vez; de sonido y silencio, de luz y vacío.
Ambos libros intentan iluminar y narrar un mundo que no entendemos, pensar un conjunto de escenas posibles en las que poder agrietar el argumento pre-escrito y previsible para poder dar luz a las noticias de los periódicos, vibrantes y oscuras como un temario de oposiciones. La lectura acaba siendo un baile intelectual, un viaje repleto de sorpresas, las clarividencias de dos autores que hacen que una broma pueda ser pensada de forma crítica y atemporal, que pueda llegar a ser infinita, quizás la única forma de poder entenderla.
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