Cierro la puerta del trabajo. Un par de forcejeos con la llave me ayudan cada día. No sé cuándo se decididirán a cambiar la cerradura. Me giro y veo mi coche a lo lejos, suaves líneas intefieren mis sentidos: ¿qué ocurre? Ah, llueve. ¿Sólo es eso? No. Miro hacia arriba, y noto que algo cae al suelo. Una gota de lluvia o una lágrima. Las lágrimas sé de dónde vienen. Busco, pero no veo nada en el cielo. Alguien me observa desde una ventana.
Es ella.
La miro.
Harto, me tapo con el maletín y corro hacia el aparcamiento. Oigo el sonido de la máquina tragaperras del bar de la plaza y resbalo en el asfalto. ¿Cuándo terminará todo? Llego al aparcamiento, caen las llaves al barro pero abro la puerta. ¿Un merecido descanso? Una mierda. Sólo me he sentado. Me miro al espejo y no quiero reconocerme. Estoy mojado y lloro. Estoy harto, y amenazo al coche. Me hace caso y arranca. Tiene miedo. El agua choca en mi contra, las lágrimas no me dejan ver. ¿O es la lluvia? ¡Mierda! ¡Piensa, piensa! Cierro los ojos y miro. Y miro.
Y miro...
Veo mil colores y todos son ella. El tiempo se ralentiza y yo con él, el agua se seca, las lágrimas desaparecen, el miedo no está. Veo luz, la puedo tocar, mil colores pruebo y el hambre no sacio. La quiero. Siempre. Mil colores...
Diario de Noticias
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