9 de junio de 2009

Las ovejas



Nos hacen pasear a todos juntos,
no sea que nos perdamos,
como antes, en el colegio, cuando la profesora,
que se llamaba Montserrat y era muy alta,
nos decía con la bata a cuadros
y acento rígido de Lleida
que nos diéramos la mano, que formáramos
en fila de a dos,
como ovejas con sus respectivas
-bien avenidas-.

En la ruta de los peatones paseamos todos juntos
dándonos las manos sudadas de frenesí;

las manos huelen a ritmo dance,
al baile de las vidas del padre, de la madre, del hijo,
al baile del espíritu santo,
de las portadas de periódico,
de la publicidad eterna en los autobuses,
de las rebajas a la fuerza,
de las colas en el supermercado,
de las cartillas de racionamiento en las manos sudadas diciendo
queremos pan
y un trabajo,
y un techo que alimentarde buenos deseos y bocadillos vegetales

Nos damos la mano y nadie se pierde en la calle,
porque no se equivocan y nos enseñan la luz,
el camino,el torrente en el que ha de desembocar un río de sudor.

Somos veinte o veinticinco

o veinticinco mil millones de litros de sudor
los que queremos cruzar la calle,
de tienda en tienda.

Ellos no se equivocan y nos hablan en señas,
en señales de tráfico
y en plural,

nos dicen que sigamos la flecha,
todos tenemos el mismo destino,
da igual,

dicen.

Por ahí no podremos cruzar,

dicen.

No hay antílopes, unicornios
o dragones alados
que nos lleven a lomos,
necesitaríamos un país de autovías
en forma de cebra
y semáforos rebeldes
para que todos hiciéramos lo que quisiéramos,
y cruzar nuestro propio camino.

Por eso nos ayudan,

dicen,

para que no saltemos los barrotes
de las calles,
para que las ovejas no salten las vallas,
para que pasturemos hacia el centro,
hacia las rebajas que más pagan,
para que paseemos todos por el mismo torrente,
hasta que alguien decida en la oscuridad
de una biblioteca
que la luz de un sol de mentira asome ámbar
y luego verde,

aunque sólo sea por unos segundos

que pretenden suficientes para que toda una marea de sudor
cruce horizontes
de asfalto;

las manos entrecruzadas a distancia,
los roces, los empujones, las prisas, el dance, el breakdance,
las vidas
y el semáforo.

Algo huele mal,
por algo se empieza,
por ejemplo por las manos
y por el sudor nervioso
enfrentado a la luz verde del sol

que nos encienden.








1 comentario:

ybris dijo...

Es verdad. Nos trataron como a ovejas (a veces en defensa propia; lo digo como quien fue maestrillo más de cuarenta años).
Pero sin duda es mucho mejor degustar la libertad. Como dices muy bien:
"por algo se empieza,
por ejemplo por las manos
y por el sudor nervioso
buscando la luz verde del sol
que nos encienden."

Un abrazo.