31 de julio de 2009
Recuerdos de [n] noches de verano; [n+4]
En Madrid estar en un punto es estar en el centro de un laberinto.
Filos de navajas cruzadas rodean el centro del laberinto. Las carreteras secantes rodean el centro del laberinto. Y las paralelas. Y las tangentes. Y la imposibilidad de las rectas concéntricas. Y de las rotondas flotantes y de las espadas: la esgrima es un deporte olímpico imposible y 2016 el sueño de una ruina.
El verano es una ruina de calor.
El calor es deporte olímpico en Madrid.
El maratón de coca-colas® es un laberinto de calor.
(el traductor griego Filípides, en el momento previo a exclamar el grito de victoria -¡Nenikámen!-, quiso aclarar que una coca-cola® equivalía a un pie, y un pie a 330 ml.)
Madrid es un laberinto y la vuelta a casa otro camino de espadas por el que el Rey Arturo podrá soñar,
al fin,
a lomos de un GPS.
Excalibur brilla al sol
del espejo retrovisor.
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3 comentarios:
Sí. Cada punto de Madrid nos sitúa en medio de un laberinto.
Es el sabor de los escombros de las obras.
Abrazos.
Qué maravilla de poema. Libro ya, señor sónico, ya casi ultrasónico: inalcanzable.
Me gusta.
Me gusta la Poesia de Madrizzz.
"de noche,
salían a la calle en Madrid como quien sale
al mundo"
(OLVIDO GARCÍA VALDÉS)
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