En la revista literaria Zenda podéis leer 5 poemas del libro a modo de muestra.
Ha sido un placer maravilloso contar para la contraportada con las palabras de la escritora Ana Gorría, que aquí os dejo:
En la revista literaria Zenda podéis leer 5 poemas del libro a modo de muestra.
Ha sido un placer maravilloso contar para la contraportada con las palabras de la escritora Ana Gorría, que aquí os dejo:
Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) vuelve a indagar en los límites entre realidad y ficción con "Canon de cámara oscura" (Seix Barral, 2025) una meditación fragmentaria sobre la identidad literaria y el acto de escribir. Como ya hiciera en "Montevideo" (2022), el autor barcelonés incorpora elementos de la literatura de género, en esta ocasión la ciencia ficción, para integrarlos con su inconfundible estilo lúdico y referencial, dando un paso más allá en su continua exploración sobre el sentido último de la escritura.
Regresa el personaje de Vidal Escabia, ya presente en su segunda novela, "La asesina ilustrada" (1977), y cuyo proceso de escritura quedó para siempre inmortalizado en las páginas de "París no se acaba nunca" (2003). Y regresa convertido ahora en algo parecido a un replicante novelesco, sin origen ni destino, sin memoria ni aparente evolución, un avatar que solo habita el presente que le ha sido concedido, como también le ocurriera al (in)mortal Roy Batty con su creador, el Dr. Eldon Tyrell en "Blade Runner" (Ridley Scott, 1982).
"¿Quién me ha creado y con qué propósito?", parece preguntarse Vidal Escabia, una identidad móvil, una máscara intermitente que va apareciendo a lo largo de la obra de Vila-Matas y que puede ser llevada a distintos lugares y épocas sin tener que dar razones de su existencia. Alguien que, aunque pronto se nos desvele el misterio de su humanidad (¿androide Denver-7 o un simple ser humano sin atributos?), no dejará de desprender un halo misterioso a lo largo de toda la novela.
La obra se estructura en una serie de fragmentos breves –destellos, teselas, aforismos narrativos– en los que el protagonista, encerrado en una habitación en penumbra, elige al azar 71 libros de una biblioteca heredada y lee y reflexiona sobre un pasaje de ellos cada día, como si de ese gesto dependiera también su cordura, su vida, mantener encendida la llama de la literatura. Los fragmentos, construidos casi in media res, generan una lógica de ecos y superposiciones más que de linealidad. Cada uno de ellos podría leerse de forma autónoma, provocando y dispersando pensamientos, aunque todos convergen en una armonía secreta para el lector.
Estos insertos se acomodan en la página con milagrosa facilidad, al igual que ocurría con W. G. Sebald, al insertar fotografías en sus narraciones, o con David Markson, que utilizaba mecanos de aforismos como párrafos de sus novelas. Son collages textuales que no son mero adorno ni capricho, sino forma de pensamiento. Si en Sebald las imágenes se tornan en texto, las citas en Vila-Matas se disuelven entre la madeja narrativa y crean: las palabras de otros no aparecen como ajenas, sino que se funden con la voz que las piensa, que las transforma, que las hace suyas y las comparte, y hay algo profundamente conmovedor en ello, no tanto paródico ni posmoderno, sino más bien íntimo; Vila-Matas se emociona con sus lecturas, al igual que sus personajes, y se rige por la máxima de lo indecible, aquella que reza que, aunque todo esté dicho, todo es posible.
A partir de esta máxima, del estilo, se edifica la trama, una lluvia incesante de ideas que sucede en espacios interiores, entre soliloquios silenciosos, canciones y listas de reproducciones de Spotify: una novela barcelonesa y global, en definitiva, de ecos replicantes.
Los libros que irán formando el canon de Vidal Escabia no obedecen a una lógica académica ni a un orden establecido: Montaigne, Kafka, Ovidio, Musil, Ribeyro, Valeria Luiselli, Pablo Martín Sánchez, Camila Cañeque… No es una lista erudita, sino una red de afinidades. Vila-Matas no cita como quien exhibe, sino como quien construye con otros. Los lectores más juguetones podrán tratar de encontrar un verso de Antonio Gamoneda que se encuentra agazapado entre las páginas de la novela, ya para siempre un verso también de Vila-Matas.
El estilo, más sobrio y sintético pero no falto de lirismo, parece emular por momentos la voz de una conciencia artificial donde el lenguaje tuviera que despojarse de adornos y rituales. Y sin embargo lo extraño se vuelve habitual, lo inverosímil se convierte en verdad. Esa economía verbal, casi robótica, paradójicamente vuelve más humano el relato, como si estuviéramos leyendo las memorias de una máquina que ha empezado a sentir. En esta infinita ficción la identidad y el yo narrativo se dispersan en múltiples planos de voces que escuchan, transcriben, inventan: una aparición mariana en forma de voz interior llamada el Auctor, como el Pepito Grillo de Pinocho, dicta a Vidal Escabia y le propone o incluso impone escenas de una vida que, aunque por momentos pueda no parecer suya, tampoco le es ajena.
¿Quién dicta a quién? ¿Dónde termina nuestra voz y empieza la de otros? La novela, más que un juego metaliterario, es una pregunta existencial: ¿quién nos escribe? Vila-Matas insiste en esa obsesión metafísica: la del autor como figura desdibujada, como fantasma que atraviesa esa bruma insensata que es la ficción.
También hay algo de oulipiano, por supuesto, en permitir que los libros elegidos al azar por Vidal Escabia puedan reconfigurar los sucesos de la vida del protagonista. Como Georges Perec, Vila-Matas también dicta (¿el Auctor?) restricciones que ordenan el caos narrativo: el azar deviene en arquitectura secreta, una discontinuidad formada por un canon desplazado e intempestivo de libros cuya lógica, sin embargo, entra en concordia y rima con Vidal Escabia y con el lector.
Y al final de la novela, mientras pasa la vida sembrada de incertidumbres, una advertencia resuena: "Y hasta en el aire percibo el Mal indefinido que está por llegar". "Canon de cámara oscura" no busca revelar nada: es una novela que habita la penumbra, que se desplaza en silencio entre libros leídos, voces escuchadas y escenas que podrían ser sueños o residuos de otra conciencia. Leerla es como entrar en una cueva y hallar 71 pinturas rupestres dibujadas hace siglos en sus paredes. Las miramos, tratamos de descifrar un orden, pero lo que queda al final es la belleza de no comprender del todo lo que vemos, la sospecha de que leer y escribir es lo más cerca que estaremos nunca de saber quiénes somos. ∎
Sergi de Diego Mas
https://www.rockdelux.com/cultura/enrique-vila-matas-canon-de-camara-oscura
Hoy hace veinte años que mi padre nos dejaba. Esta mañana lo imaginaba sentado en el sofá, en un comedor suspendido en el recuerdo, donde un reloj de pared avanza con paciencia, como si ese fuera su único cometido. Ese espacio permanece entre la memoria y el sueño, un lugar que no pertenece del todo a ninguno de los dos y que quizá por eso me resulta tan convincente y sereno.
Lo veo, o creo verlo, con la taza de manzanilla que me preparaba los sábados, siempre caliente, nunca enfriada, conservando la temperatura exacta de la infancia, que es también la temperatura de lo intacto. Allí el sueño respira, y en cada temblor se revela su fragilidad, pero también su persistencia, porque incluso lo frágil encuentra la manera de sostenerse.
En la cocina, colgado en la pared, un calendario abierto —inmóvil y a la vez expectante— se aparece como una puerta que no lleva al pasado, porque el pasado jamás regresa como lo recordamos, ni tampoco nos lleva al futuro, que solo existe como promesa. Esa puerta se abre hacia un lugar ambiguo donde ensoñación y realidad se funden y confunden, donde lo vivido adquiere la condición de lo soñado y lo soñado la densidad de lo vivido.
Ya no distingo si recuerdo o imagino y tal vez esa sea la verdad menos ambigua de todas: dos palabras para la misma tentativa de rescate, para la misma necesidad de abrazar lo que no queremos perder.
Un beso, papa.
Ecstatic Peace Library Instagram
Known for being part of Sonic Youth since 1980 and a pivotal figure in rock and experimental music, Thurston Moore's interests have always perfectly balanced music, poetry and live performance: what we can call art. His recent collection of poems, "A is for Silence" (Ecstatic Peace, 2025), is an eloquent testament of it, a work that functions as both an intimate logbook and an aesthetic manifesto. This is true in both its content—Moore's poetry unfolds as a mosaic of scenes, images and aphorisms—and its continent, as the poems were written directly on the author's old typewriter and published in a very limited and beautiful run reminiscent of a fanzine.
Moore's poetic vision offers narrative impacts, life anecdotes, such as tour and gig memories in "Tour Diary" or intimate confessions (not confessional poetry) in "Due for Service" or "She's in Heaven Now." However, the collection also includes poems woven from minimal flashes with an almost mystical resonance, like "Deadly Silence" (look at this beautiful autumnal breath and measured pause when reading verses like "Leaves / Thoughts sentient / Nothing more") or the poem "Lesson."
There are also cosmic and visionary poems, like "The Coming Dimension and Acropolis Hovering Across the Memorized Landscape," where the chaos and baroque style transport us to the Beat tradition of Ginsberg, Frank O’Hara or Hettie Jones). The alternation between brief and expansive thoughts creates a fragmented rhythm akin to musical improvisation: the cadence of a score transferred to the page.
We can see three pillars supporting the poet's perspective: phantasmatic memories (the deceased who visit us in "Dead Friends"), music and sound as a form of transcendence, and the lyrical exploration of the everyday life, which transforms coffee, insects, or a spring walk with dogs into poetic material. In these poems, the domestic thing is charged with spiritual electricity, leaving us with a set of vibrant sensations, in a delicate and almost invisible tension between the sacred and the trivial—between synonymous extremes, oscillating from formal sobriety and economy to a verbal collage that verges on automatic writing.
As I said before one can glimpse echoes of Beat poetry, punk counterculture, and American minimalism, but all filtered through a distinct voice that sees the poem as a space of resistance against both conformity and the domestication of noise ("Why Must It Always Rain on Sunday?" or "Paperboy").
The book is also imbued with a biting sense of humor and irony that serves as a counterbalance to its elegiac density. These texts hold an awareness of life's ephemerality and the fragility we are made of, but these ideas are also presented as a vitalist gesture: "Rock n Roll / Will never / Lie" he proclaims as a declaration of faith, as the famous Neil Young verses.
The strength of "A is for Silence" lies in the unexpected, its back-and-forth between the intimate and the public, and the power of surprise. Like a show, there are moments of pure revelation and moments of wandering, of mental drifts where poetry is noise, memory, and prayer all at the same time, in a remarkable unorthodox collection of poems. Let's continue looking at this other sound form of what poetry is.
Al virus más democrático de este siglo 21 le siguió otro virus. La amoxicilina me hizo viajar en el tiempo llegando a aquel en el que la juventud era un médico buscando placas de pus en la garganta. En el consultorio, la visita médica era una rave y un palito de madera un castigo de Dios.
Son estos días de trabajo frenético, de estudio y exámenes, de intentos (porque cada día es un ensayo) de creación sincopada e hilvanada de un discurso que presentar a un tribunal: de eso tratan unas oposiciones alegóricas en las que el rival es más que nunca el reflejo en un espejo.
En estos paréntesis de silencios y soledades que cada vez ocupan más páginas del almanaque (otro tipo de juventud), a veces desayuno con amigos.
Leo "Teoría", el nuevo libro de Vicente Luis Mora, que publica la nueva y bienvenida Editorial Mixtura: la obra y el pensamiento de VLM nace siempre, creo, de la aparición de fogonazos, de la emisión de impactos hacia la atmósfera que apuntan a la heliopausa. En el principio fue la idea, después llega el microlito, el aforismo, el poema, el relato, el ensayo, la novela, la charla o el silencio.
En esta "Teoría" se dan de forma maravillosa las circunstancias que elevan el ensayo que es toda creación a categoría de obra, de arte: la inmediatez de sus textos (su escritura tuvo lugar esencialmente en un solo día) y su espontaneidad no desparejan ni con la pausa reflexiva que transpiran ni con el desvelo progresivo de un argumento sorprendente, de la aparición de una tesis.
"Teoría" sigue culminando en palabras las ideas que se agolpan en el misterio de Mora. El autor respira aire, inhala oxígeno y exhala dióxido de carbono expulsado ajunto a palabras y pensamientos (oxígeno mutado en ideas).
En VLM la palabra siempre es una molécula, y en "Teoría" el conjunto conforma un discurso sincopado cuya fragmentariedad, necesaria por la brevedad, muestra una apabullante composición lógica.
La aparición sucesiva de brillos y destellos en el libro, se me ocurre ahora, me hace pensar que la coincidencia en la imagen junto a "La broma infinita" de DFW no es tan casual como parecía. Ambas obras avanzan y crecen de igual forma, compartiendo la misma obsesión por la acumulación secuencial de argumentos, "Teoría" de VLM regida por la brevedad y "La broma infinita" de DFW regida por la inmensidad de su extensión. En ambas el lector gozará de una sucesión de impactos, de un argumento que se desvela en serie que no es, o no es sólo, un caos desordenado, sino que es un manual, una teoría del caos en el que la estructura es lineal donde no lo parece, un caos con un orden interno cuya lectura provee de oxígeno y dióxido de carbono a la vez; de sonido y silencio, de luz y vacío.
Ambos libros intentan iluminar y narrar un mundo que no entendemos, pensar un conjunto de escenas posibles en las que poder agrietar el argumento pre-escrito y previsible para poder dar luz a las noticias de los periódicos, vibrantes y oscuras como un temario de oposiciones. La lectura acaba siendo un baile intelectual, un viaje repleto de sorpresas, las clarividencias de dos autores que hacen que una broma pueda ser pensada de forma crítica y atemporal, que pueda llegar a ser infinita, quizás la única forma de poder entenderla.
Partituras de las "Variaciones Goldberg" anotadas por Glenn Gould.
Esquema de la crónica de Gay Talese "Frank Sinatra está resfriado"
Anotaciones de James Joyce en "Ulysses"
Anotaciones y correcciones de Gordon Lish a un relato de Raymond Carver.
Anotaciones de Don Delillo en "Jugadores"
Primera página del manuscrito de "La broma infinita", de David Foster Wallace.
Me acuerdo de Roy Orbison y de 'You got it'.
Conocí la música de Roy siendo yo muy joven, pero sabiendo ya que resultaría imposible por las trampas de la vida poder asistir a un concierto suyo. Sabía que no podría ver en directo a Roy, su guitarra, su voz, entonando ese tema, del que por más que buscaba en YouTube, sólo encontraba el playback que se utilizó como videoclip. Esa era la imagen que se quedaba atrapada en la retina, imperfecto e insuficiente recuerdo inventado, una imagen a la que acudía siempre que necesitaba su compañía.
Cuando en la reedición de "Mistery Girl" se hace unos años aparecieron inesperadamente en el dvd añadido las imágenes que enlazo de estos ensayos, las lágrimas nublaron las pantallas. Lloré, sin explicarlo a nadie. Llore egoístamente, sentía que al fin Roy Orbison cantaba para mí en directo "You got it". Cuando pienso en ese concierto de Roy, uno de los mejores de mi vida, vuelve a llover sobre el teclado.
Verano, aproximaciones (3). Los nuevos formatos televisivos para retransmitir partidos de fútbol sin imágenes en GolTV son sinónimos visuales de los programas de videntes como Sandro Rey, otro tipo de algoritmo del futuro inmediato, una cosmovisión del presente.
Verano, aproximaciones (2). Un Somniosus microcephalus o tiburón de Groenlandia podría haber vivido 392 años. Hay especies de mariposas que sólo viven un día. Así, la primera hora de vida de la mariposa equivale a las primeras 143.080 horas de vida de este tiburón de Groenlandia. Nada más relativo por hoy.
Verano, aproximaciones (5). Abrimos intervalos de tiempo para intentar nombrar el sueño. Llámalo noche, llámalo tiempo, llámalo, simplemente. Borges se pregunta ¿qué habrá soñado el Tiempo hasta ahora, que es, como todos los ahoras, el ápice? Y contesta. Y contesta.
Ha soñado las formas universales. Ha soñado que a lo largo de los veranos, o en un cielo anterior a los veranos, hay una sola rosa. Ha soñado la brújula y el cristal, el cáncer y la rosa, las campanadas del insomnio y el ajedrez. Ha soñado el cero y la nada. Ha soñado el desierto. Ha soñado el alba que acecha. Ha soñado a Alguien que lo sueña.
El sueño y la noche se funden en las preguntas, aparentes respuestas.
Verano, aproximaciones (1). La isla como lugar finito. Pensar la fórmula y calcular el número máximo de personas por m2 que caben en ella. Condición de hipótesis restrictiva, no se permite el crecimiento vertical. Las afueras son el perímetro y el centro el núcleo. Imagen cenital de letras, sin sitio en la playa.
--"Cinemascope es un tratado sobre poesía y cinematografía, sobre el arte de la combinación y el collage, la conjunción cuántica de diferentes elementos que, a priori, parecen no estar diseñados para funcionar en conjunto; de cómo mezclar a San Juan de la Cruz y a J.J. Abrams sin elaborar un complejo discurso iconoclasta o una simple –entiéndase de modo peyorativo- canción de marcado estilo punk (sólo si es punk norteamericano, de la costa este, podría tener un sentido primitivo dentro del conjunto)".